Aparece ese cartelito que te anuncia conectado. Y en medio de un impulso, en una vergüenza impúdica y al borde de una inutilidad. Pienso que detesto que seas una soledad fría y cósmica. Un ser inabarcable, tan humano e irretornable. Un rostro confiable entre tanta porquería. Un personaje psíquico alucinante. Detesto que me provoques esta ternura erótica, que me tengas en esta insistencia contenida. Te detesto por estar lleno de buenas noticias y lastimaduras. Por dormir y ser un nuevo día para mí. Por darme verdades insolucionables que no tengo ganas de soportar. Por dejar que tus gestos de amor pongan eternidad en mí.
Verte conectado con semejante lejanía, ahora, me provoca una insuficiencia respiratoria. Todo endure, mi cuerpo tiembla y no puedo, quedo muda. Actuó como si no te percataras igual sé que es tensión de ambos lados. Y te detesto por dejarme sentir este miedo casi infantil de ser descubierta.
Como todas las noches me detengo ¡pero yo ya dije! Soy un proceso inconsciente, mismas miserias humanas, casi compartidas y con la piel negada, me hacen escribir. Salir de esa posición de excluida y de ese desecho melancólico que a veces se me da por ser.
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