viernes, julio 24, 2009

Quiero un paracaídas.

Estoy contra esos ataques de miedo, adorando este frío y fastidiándome con esos vínculos que no significan nada. Vínculos que son románticamente nefastos o aisladamente sexuales. Ya no quiero vínculos por obligatoriedad. Ni fríamente tristes. Por otra parte todo esto de la interacción virtual, es tan difusa. Por qué puedo decir tan claramente por acá, en este blog, y no a esos que me preguntan ¿cómo estoy?
Esta soledad huele a podrido. Duele y no pasa. Solo hay miradas extraviadas. A veces es imposible sostener todo en un solo cuerpo, es decir, a veces las direcciones son muchas, la mutilación es mucha. Todo duele de un modo espantoso que dan ganas de vomitar, de ser destruida.
Me comporto como una asesina tengo, busco, victimas. Me la agarro con los que están cerca, soy el perro que muerde la mano que le da de comer. Opción. Eso le esta faltando a la soledad plástica, reprimida y sarcástica que me esta asustando. No estoy siendo nada breve y termino usando un método caótico. No puedo ver, lograr ver, si el mundo sigue afuera. Estoy, en realidad, me siento tan enojada, tan visceral y no tengo la más puta idea de nada. Estoy absolutamente inútil y mi reacción es extremadamente lenta. Pero sepan que jamás necesite algo con tanta insistencia,con tanta ofuscación que querer salir esta soledad,de este estancamiento.

viernes, julio 10, 2009

No hay ni explosiones.

Estoy como atontada, me siento rotunda y vertical. Creo que cruzamos la línea de cualquier ficción y ahora siento que somos cuerpos abandonados. Los noticieros disparan números sin asco mientras con un dedo trato de parar la hemorragia que provocan, claro, que no logro detenerla.
Por otra parte tengo maremotos internos. Este distanciamiento social impuesto por precaución me aturde, me aburre, me aísla emocionalmente. Y me hace pensar por qué son tan perfectos los crimines en el amor. Bah ahora que lo escribí no sé si son perfectos porque conozco algunos que tienen huellas. Pero bueno.
Qué mierda! Últimamente me siento un hongo, hasta el hartazgo. A veces no tengo a quién pedirle que sostenga mi angustia.