Viene él, contento, como si alguien le hubiera dicho que lo ama. Cuando llega me sonríe y con cara de extraviada dejo que me bese por todos lados, me muevo inquieta y quiero decirle algo, mientras él me besa con insistencia y lo acaricio dejándome hacer cualquier cosa, porque él es hermoso y sus manos vuelan sobre mi cuerpo. Sobre mi alma.
Nos separamos y hablamos. Le cuento que Dana, mi perra, salio bien de la operación y hablamos un poco del trabajo de él. Me cuenta lo loca que esta la gente y yo afirmándole le cuento como aparecieron, esas, personas nuevamente en mi vida. Él me dice que se siente alterado frente a una presencia y yo le pregunto ¿mi presencia?
Y, otra vez, nos besamos.
Y así podríamos decirnos miles de cosas sobre miles de besos.
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