.Estupidez.
Otra vez el espejo me responde con la mano contraria. Pero claro, nadie conseguirá nada. Aún así quiero ganarle a la imposibilidad, a lo que no sale por no saber.
La plenitud es aire, más últimamente, y el vacío no tiene donde dejar grabada su presencia. Y vos menos. Caí en otro intento, que intenta dejar de ser una mirada, un volver constante.
Lo buscado.
Me revuelco en la interpretación de las palabras. Palabras atropelladas. Palabras que se dicen con plena sinceridad y las acepto pero al escucharlas no puedo dar ni un paso y hay una rajadura extremista, como a veces suelo ser, donde me caigo.
Creencias.
Tengo todo eso de adentro, todo eso que no se ve. Y en el medio de miradas, no sé olvidan las cosas por verse en la retina de un alguien y menos verse de un modo real. Quiero gritar esto. Gritarlo fuerte para romper lo que queda, como si hubiera ganas todavía. Gritarme por haberme atrevido al intento nuevamente, a sentir a creer en palabras mágicas que no tienen firmeza ni raíces ni me quieren a mí, como una totalidad. Y en esa invisibilidad otorgada, mis movimientos ahora serán silenciosos pero cualquier palabra, aún la palabra más tonta, produce una interrupción en mí. Un punto. Una desilusión. Y no hago nada para evitarlo.
Lo obtenido.
La verdad, esa dicha crudamente, es donde se consta mi imposibilidad, mi torpeza al buscar lo que deseo y mi manera tontolina de esperar. No quiero estar entre palabras, inseguridades ni entre personas. Pero fui lanzada hacia la nada, hacia lo que no se podrá, hacia lo que no estuvo. Y me hubiera gustado pero lo que se busca, lo que busco no existe, porque todavía no fue. No fue más allá de los intentos. Todo paso como si ya no tuviera suficiente con el vértigo de sentirte.
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