Se pasa todo el día y gran parte de la noche construyendo castillos imposibles, amores nunca soñados y cuando estoy a punto de aburrirme, ahí, surge su confesión y me doy cuenta que son sus palabras, las que mantienen mi deseo.
Lo permite todo. A veces estando a su lado, no tengo ganas sino de eso, estar a su lado.
Compartir su grandeza, sus caídas, sus vuelos rosantes hacia el futuro. Juega con esas técnicas de seducción aniñadas y yo pretendo que me preste atención todo el tiempo.
Estuvo cuando arrastre voluntades ajenas, firmes augurios para mis pasos. Cuando camine lentamente sobre futuras intenciones, vio caer resecos pensamientos, cáscaras vacías que crearon silencios. (Quiero besar tu mirada antes que cierres los ojos)
No quiero transgredir una vez más límites establecidos por mí misma. No importa como fui a caer al chiquero de la tristeza, la confusión y su consiguiente parálisis. Ya no quiero ser invisible como Sócrates. El dolor y la incertidumbre fueron inmensos, asquerosos pero ya me atrevo a hablar de ellos en pasado. Ahora jugamos hasta dolernos de risa y de descubrimiento. Me ve dar un paso más. Doy un paso más.Me siento infantil y un poco lo soy, confesando estos estados afectivos, pequeños temblores. Mañana seguramente me arrepentiré de escribir estas cosas. Pero abrí los ojos y me di cuenta que el lugar que ocupo pertenece a una cadena, me pareció alucinante y se deja disfrutar sobre todo. Y ahora veo que tengo que trabajar para vivir. Decido quedarme.
Asustada por la frase anterior, dejo de escribir.
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